lechuza
 

lechuzas y mochuelos en la lengua española del siglo XVI

«E dixeron ser tres vestiduras no porque los sesos de las escripturas fuessen solos tres, mas porque significasse cualquier muchedumbre por tres, en quanto el cuento de tres faze complimiento de las medidas de las cosas, como el cuerpo que es la cosa más cumplida, no aya más de tres dimensiones, según declara Aristóteles, libro primo De celo et mundo. Dixeron ser pintada de colores la cobertura de Minerva, por la qual se significa la elocuencia de los sabios, cuya fabla va con ingenio e orden e con apostura de figuras, e por esso es necessario que sea su fabla muy fermosa e al ingenio agradable, lo qual no es possible de aquella fabla que va suelta de todo artificio. Dizen que en la compañía de Minerva era primero la corneja, e ella echada dende, fue rescibido el mochuelo en guarda de Minerva e a su familiaridad. De esto cuenta Ovidio luengas fábulas, libro segundo Methamorphoseos, las quales largamente en los comentarios de Eusebio declaramos fablando de Minerva, mas lo que al presente pertencesce es que los sabios quisieron significar la condición de la sabiduría por estas aves. Minerva es la sapiencia e ingenio, en cuya compañía algún tiempo estuvo la corneja. Es la corneja ave muy parlera, e por quanto a los sabios conviene el fablar, como según la verdad ellos solos sepan fablar, concordava en algo la condición de la corneja, por causa de la eloquencia según la qual sabemos fablar tanto quanto queremos. Empero fue echada de esta compañía porque, aunque los sabios sepan fablar quanto quisieren, no fablan más de lo que la razón ordena, onde son todas sus fablas medidas ansí como los fechos. La corneja es muy parlera no teniente medida en su fabla, lo qual a los sabios no conviene, como ellos más se retraigan a poca fabla que a mucha: pues con razón la corneja fue de la compañía de Minerva echada. El mochuelo fue rescibido en la familiaridad de Minerva. Es el mochuelo ave nocharniega, de día siempre está retraído en obscuros lugares, onde solo estando no ha conversación con las otras aves; de noche, quando las otras callan e él no falla con quien converse, sale. Esto conviene a los sabios, los quales por desseo de la speculativa consideración, la qual los faze sabios, retráhense a ser solitarios, porque en la conversación de los otros hombres no se alcança el saber; onde sólo salen de noche, lo qual significa los tiempos en que ellos de los otros nombres no son empachados que tornar puedan a su contemplación. Aún dixieron de Minerva que ella era deessa de la guerra, lo qual algunos dizen ser muy contrario a la razón, lo uno porque la guerra a los varones pertenesce más que a las fembras: pues devieron poner dios alguno de la guerra, no deessa. Lo otro porque paresce demasiado poner a Minerva deessa de la guerra, ca es Mars dios de la guerra según los gentiles.» Anónimo, Gentiles (1507)

«Desatinas con el tino que nos diste nuestra ciencia, porque tú de Dios, que es trino, que ya miras de contino, hablaste con más excelencia del tal sol, vivo astrolabio, que ante ti será mochuelo el filósofo más sabio que se ciega y tiene agravio de mirar al sol del cielo.» Anónimo, Montesin (1508)

«Este es un animal de los estraños y que es mucho de ver en tierra firme por la desconformidad que tiene con todos los otros animales. Será tan luengo como dos palmos quando ha creçido todo lo que ha de creçer e muy poco más d'esta mesura será si algo fuere mayor, menores muchos se hallan porque serán nuevos; tienen de ancho poco menos que de luengo, e tienen quatro pies y delgados, y en cada mano e pie quatro uñas largas como de ave, e juntas, pero ni las uñas ni manos no son de manera que se pueda sostener sobre ellas y d'esta causa, y por delgadez de los braços e piernas, e pesadumbre del cuerpo trae la barriga quasi arrastrando por tierra, el cuello d'él es alto y derecho e todo ygual como una mano de almihirez que sea de una ygualdad hasta el cabo sin hazer en la cabeça proporción o diferencia alguna fuera del pescueço, e al cabo de aquel cuello tiene una cara quasi redonda, semejante mucho a la de la lechuza, y el pelo proprio haze un perfil de sí mismo como rostro en circuyto, poco más prolongado que ancho, e los ojos son pequeños y redondos, e la nariz como de un monico, e la boca muy chiquita, e mueve aquel su pescueço a una parte e a otra como atontado, e su intención, o lo que pareçe que más procura e apetece, es asirse de árvol o de cosa por donde se pueda subir en alto, e assí las más vezes que los hallan a estos animales los toman en los árvoles, por los quales, trepando muy espaciosamente, se andan colgando e asiendo con aquellas luengas uñas.» Gonzalo Fernández de Oviedo, Sumario de la natural y general historia de las Indias (1526)

«Celestina. ¡Váleme Dios, y qué de gente paresce y viene a mí, como si fuesse lechuza o buho que camina de día! Quiérome meter presto en mi casa, si no, aquí me sacarán los ojos.» Feliciano de Silva, Segunda Celestina (1534)

«Capítulo octavo. De muchas supersticiones y hechicerías que tenían los Indios, y de cuan aprovechados están en la fe. No se contentaba el demonio con el servicio que esta gente le hacía adorándole en los ídolos, sino que también los tenía ciegos en mil maneras de hechiceríasyceremonias supersticiosas. Creían en mil agüeros y señales, y mayormente tenían gran agüero en el buho; y si le oían graznar o aullar sobre la casa que se asentaba, decían que muy presto había de morir alguno de aquella casa; y casi lo mismo tenían de las lechuzas y mochuelos y otras aves nocturnas; también si oían graznar un animalejo que ellos llaman cuzatli, le tenían por señal de muerte de alguno. Tenían también agüero en encuentro de culebras y de alacranes, y de otras muchas sabandijas que se mueven sobre la tierra. Tenían también en que la mujer que paría dos de un vientre, lo cual en esta tierra acontece muchas veces, que el padre o la madre de los tales había de morir; y el remedio que el cruel demonio les daba, era que mataban uno de los gemelos, y con esto creían que no morirían el padre ni la madre, y muchas veces lo hacían. Cuando temblaba la tierra, adonde había alguna mujer preñada, cubrían de pronto las ollas o quebrábanlas, porque no muriese.» Fray Toribio de Benavente, Motolinía, Historia de los Indios de la Nueva España (1536-1541)

«El Auctor a uno muy chiquito. Quiso natura hazeros tan diminuto y chiquito, que aunque el hombre quiera veros no puede bien conoçeros por más que os mire de hito. Dezidme si sois sapillo, o cangrejo, o renacuajo, o hurón o ratonçillo o qualquier cagajoncillo que lleva el escarabajo. Taponçillo de buxeta, cabeçuela de mochuelo, o cabo de una agujeta que qüelga de la bragueta de Juan Antonio Pinelo Hombre grande. O cabillo de candela, o maçuelo de matraca, o clavija de vigüela, o trompico, o rodajuela, sois, en fin, hominicaca.» Sebastián de Horozco, Cancionero (1540-1579)

«Suelen los hombres, con su buena industria, ingenio y entendimiento, enseñar admirables cosas a los perros y cavallos, papagayos, perdizes y pegas, pues, ¿por qué no te doctrinas e industrias a ti mesmo despertando, que estás más dormido que un topo, más somnoliento que la lechuza, y más grosero y tosco que una flaca perdiz y que otro qualquiera animal bruto? Y si en tus necessidades no te quisieres aprovechar de tu trabajo e industria, baylando, cantando y dançando te puedes remediar si del todo no amas el ocio.» Cristobal de Villalón, Provechoso tratado de cambios y contrataciones de mercaderes y reprobación de usura (1541)

«Aquí está el lugar destinado ante la constituçión del mundo para silla y trono de Dios, y para todos los que han de reinar en su divino acatamiento, la cual luz cuanto quiera que en sí sea claríssima y acutíssima no la pueden sufrir los ojos de nuestra mortalidad, como los ojos de la lechuza que no pueden sufrir la luz y claridad del sol; ni tampoco esta luz bienaventurada alumbra fuera de aquel lugar.» Cristóbal de Villalón, El Crótalon de Cristóforo Gnofoso (1553)

«Y al puerco que vñan vña él y no rumia, enconado el a vos, de su carne no comades y en su calabrina no toquedes. A este comeredes de todo lo que en las aguas: todo que a el ala y escama comeredes. Y todo que no a él ala y escama, no comeredes, enconado el a vos. Toda paxara limpia comeredes. Y este que no comeredes dellos: la Aguila, y el Açor, y el Esmerejon. Y al milano ruuio, y al Abutre, y al Milano a su manera. Y a todo cueruo a su manera. Y a hija del Autillo, y al mochuelo, y la cerceta, y al gauilan a su manera. Al falcon, y al calamon, y al cernicolo. Y la abubilla, y al pelicano, y al cueruo marino. Y la cigueña, y el grajo a su manera, y el gallo montes, y el morciegalo. Y toda serpible de la aue enconado el a vos, no sean comidos. Toda aue limpia comeredes. No comades ninguna calabrina, a el peregrino que en tus ciudades la daras y comerlaa, o vendiendo a estraño, que pueblo santo tu a Adonay tu Dio; no cozines cabrito con leche de su madre. Diezmando diezmaras a todo renueuo de tu semiente, el salién del campo año cada año. Y comeras delante de Adonay tu Dio, en el lugar que escogera para fazer morar su nombre alli, diezmo de tu ciuera, tu mosto y tu azeyte, y mayores de tus vaccas y tus ouejas, por que deprendas por temer a Adonay tu Dio todos los dias.» Anónimo, Biblia de Ferrara (1553)

«Justina. Lo que entiendo de lo que dezís es que devéys de tener ojos de mochuelo, que veen de noche.» Juan Rodríguez Florián, Comedia llamada Florinea (1554)

«Sylvano. La siesta, mi Sireno, es ya pasada, los pastores se van a su manida y la cigarra calla de cansada. No tardará la noche, que escondida está, mientra que Phebo en nuestro cielo su lumbre acá y allá trae'sparcida. Pues antes que tendida por el suelo veas la'scura sombra y que cantando d'encima deste aliso está el mochuelo, Nuestro ganado vamos allegando, y todo junto allí lo llevaremos a do Diana nos está'sperando.» Jorge de Montemayor Los siete libros de La Diana (1559)

«Paje. No hablemos de mala vista, que el otro dia vi que os entrastes en casa de mosen Calamoja, por la grita que os dió un hombre, que topastes con él, haciéndole saltar la sangre de las narices, y él fué tras vos para ensangrentaros, y vos huyendo, os iba diciendo: A la lechuza, á la lechuza Guzmana de los afeites, encuentra-hombres, que no ve de dia. [...] Dixo don Francisco Fenollet: Señor don Luis Milan, jugador debeis ser de axedrez, que dais jaque á uno y mate á otro; á Joan Fernandez dixistes mochuelo, y á mí que me entiendo de cantos de mochuelos; pues sabed que cantan por vos este cantar: Pajarero sois d'amor, Mi señor, Pajarero sois d'amor. Sino, dígalo si lo pareceis don Diego Ladron, pues sois de su condicion. [...] Mal canta este mochuelo, Matémosle; y vos deciades: No tireis piedras, Que yo cantaré bien. Y ellas decian: ¿Qué, los mochuelos hablan? vos algun ladron debeis ser; respondíades vos: No soy sino mochuelo de amores; y ellas á tirar piedras y vos hacer el mochuelo, hasta que os derribaron del árbol abajo, y fuístesos apedreado como el gallo de Carnestoliendas. Que peor es que mochuelo Quien sirve la señora, Y para en ser mozero.» Luis Milán, El cortesano (1561)

«Capítulo quinto. Del mal agüero que tomavan del chillido de la lechuza. Cuando alguno sobre su casa oía charrear a la lechuza, tomava mal agüero. Luego sospechava que alguno de su casa havía de morir o enfermar, en especial si dos o tres vezes venía a charrear allí sobre su casa, tenía por averiguado que havía de ser verdadera su sospecha. Y si por ventura en aquella casa donde venía a charrear la lechuza estava algún enfermo, luego le pronosticavan la muerte. Dezían que aquél era el mensajero del dios Mictlantecutli, que iva y venía al infierno. Por esto le llamavan yautequiua; quiere dezir mensajero del dios del infierno y diosa del infierno, que andava llamar a los que le mandavan. Y si juntamente con el charrear le oían que escarvava con las uñas, el que le oía, si era hombre, luego le dezía: Está quedo, vellaco oxihondido, que heziste adulterio a tu padre.» Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España (1576)

«Tembló á mis piés la tierra estremecida En acabando la razon postrera, Y abierta una rotura, en presto vuelo Salieron della un buho y un mochuelo. »Un cuervo negro, dando mil graznidos, Los sigue, y á un ciprés ¡funesta planta! Fueron á dar: temblaron mis sentidos, Pegóseme la voz á la garganta. –Mensajeros, les dije, doloridos, Pues clara me anunciais desdicha tanta, Bajad por el camino que subistes, Y no me canteis mas endechas tristes–.» Juan Rufo, La Austriada (1584)

«La cuarta Minerva fue hija del río Nilo, según Tulio, y dice que fue adorada de los egipcianos. Ésta, según la verdad, fue una mujer de gran prudencia, que halló algunos nuevos ingenios, por los cuales mereció nombre de Minerva, a la cual las artes e ingenios pertenecen, y dicen que fue hija del río Nilo, porque junto a él vivió o tuvo su señorío. La quinta fue hija de Iúpiter y de Corypha ninfa, hija de Océano. Fue esta Minerva la que primero inventó el carro de cuatro caballos; la historia de todas se tratará como si una sola fuese. Dedican a Minerva el gallo y la lechuza o mochuelo, que sucedió en lugar de la corneja, que primero andaba en su compañía. Dicen más: que como un Tiresias tebano, una vez la viese desnuda lavándose, le privó de la vista, porque no se pudiese gloriar de haber visto a Minerva desnuda. Empero Chariclo, madre de Tiresias, alcanzó della que en lugar de la vista corporal le diese claridad de entendimiento para saber adivinar. Acompañaba Minerva a Perseo en sus aventuras y a las nueve Musas. Dijeron ser virgen; llamáronla destruidora de ciudades. Orfeo dijo ser Minerva macho y hembra.» Juan Pérez de Moya, Philosofía secreta de la gentilidad (1585)

«Artículo XI. Por qué la lechuza o mochuelo fue recibido en compañía de Minerva. Desechada la corneja de la compañía de Minerva (como en el precedente artículo se dijo), recibió la lechuza o mochuelo, porque esta ave ve de noche, y al sabio, entendido por Minerva, ninguna cosa se le debe esconder por encubierta que parezca; y porque así como esta ave está de día escondida y retraída en lugares obscuros, apartada de la conversación de las otras aves, así el sabio con deseo de la especulación se retrae a lugares solitarios, porque en la familiaridad y frecuencia de la gente no hay quieto reposo para filosofar, y porque el contemplar y considerar tiene más fuerza de noche que de día, y el ánimo muestra en este tiempo más vigor, por esto se denota esto más con estas aves noturnas que con otras. La razón porque estas aves se esconden de día es porque tienen los ojos muy tiernos y no pueden sufrir la claridad o luz del día, y sufren la de la noche por ser menor.» Juan Pérez de Moya, Philosofía secreta de la gentilidad (1585)

«Y cuando algún mozo moría que dejaba muestra de alguna gracia especial, fingieron convertirse en tiernas y delicadas flores, que brevemente se secan, como Iacinto. Y, por el contrario, para reprehender las crueldades y tiranías y otras cosas feas, fingieron por esta manera de comparaciones convertirse en fieras, como Licaón y Lynco en lobos. Y para reprehender el hurto y los que viven de sudores ajenos fingen convertirse en aves de rapiña. Y para que se abomine la envidia y sus propiedades, introducen la historia de Aglauros. Y para declarar los que por sucios yerros no osan parecer en presencia de las gentes, dicen convertirse en aves nocturnas, que no vuelan sino de noche, aborreciendo la claridad de la virtud, como Victimine, que fingen haberse convertido en lechuza. Otras veces, porque los muertos se tornan inmovibles y fríos como piedra, fingieron haberse convertido muchos en piedras; y el convertirse siempre los tales en cosas de sus mismos nombres era por denotar que el hombre en lo mismo que ama se convierte. Los monstruos que en las fábulas se nombran también tienen su misterio, como es decir que los Cýclopes, que fingían ser unos hombres monstruosos, que tenían un solo ojo en la frente, por este solo ojo quisieron entender los ignorantes y los que no tienen cuenta sino consigo mesmos; otros sin boca, por los que con poco se sustentan; otros con los ojos en el estómago, para denotar los que tienen el vientre por su Dios.» Juan Pérez de Moya, Philosofía secreta de la gentilidad (1585)

«Nuestro entendimiento dice Aristóteles que para entender las cosas altas y divinas es como el ojo de la lechuza para mirar la luz y resplandor del sol. ¿Quién puede medir el cielo á palmos, ó encerrar en un pequeño vaso toda la inmensidad del mar? Un hombre de poca vista no alcanza á ver lo que otro hombre de larga y excelente vista. Un villano zafio y tosco no puede entender lo que entiende un sabio letrado. Los Reyes y Príncipes procuran que no se entiendan sus consejos, y en esto ponen parte de su autoridad y buen gobierno.» Pedro de Ribadeneira, Tratado de la Tribulación (1589)

«Casilda. A mí, a lo menos, mucho me asombran. Y no sé, por bien que tu entendimiento tuerças y rebuelvas, cómo me has de responder y provar que puedas, favoreciéndote tu pastora, estar delante d'ella triste como la noche, cesijunto y encapotado como el mochuelo.» Antonio Joan Andreu, Discurso de los celos entre Celio y Casilda, pastores (1592)

«Hasta la firme base donde estriba. Mirad a la Canícula con Leo Y a la cometa Nigra de Saturno, Veréislo todo lóbrego y nocturno, Todo con un aspecto horrible y feo; Todo se viste el más lutoso arreo Y todo pronostica mal diuturno: Todos, Olimpo, Télus, Juno y Glauco, Han ya rompido treguas con Arauco. Notado, pues, el diáfano elemento, Se ve que por sus últimas regiones Va tanto del vapor y exhalaciones, Que basta para mísero portento; Cometas van cuajándose sin cuento Con varias y estupendas impresiones, Que todas nos apuntan y amenazan Y para breve tiempo nos emplazan. «Ya no parece pájaro ninguno Cuya sonora voz y alegre vuelo Nos pueda ser motivo de consuelo, Si en tanto mal se sufre haber alguno: El cuervo y el morciélago importuno, El bicho, la lechuza y el mochuelo Son los que el aire ocupan de graznidos Y de temor y asombro los oídos.» Pedro de Oña, Arauco domado (1596)

«En este tiempo tenían los pupilos otro criado llamado Gobreiro, natural de la villa de Pancorvo, no lejos de la mía. Éste solía servir de todo en casa y en la plaza y en el refectorio y camas de los pupilos, y tenía fama de gran sisón y que se comía la mitad de la fruta que traía y se bebía el aceite de las lámparas como lechuza, porque si iba por vino ya que no sisaba se bebía la tercera parte.» Francisco Narváez de Velilla, Diálogo intitulado el capón (1597)

«Los ojos del murciélago y de la lechuza no pueden sufrir la luz, y así estos ojos destas aves nocturnas y amigas de tinieblas no pueden sufrir la claridad de las virtudes del justo.» Fray Alonso de Cabrera, Consideraciones sobre los Evangelios de los domingos de Adviento (1598)

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